El Ayuntamiento defiende el proyecto como una mejora para la accesibilidad, mientras que los colectivos desalojados critican la falta de diálogo
Un proyecto que cambiará la fisonomía del Raval

La comisión de gobierno del Ayuntamiento de Barcelona ha dado luz verde a un proyecto que transformará la Antiga Massana y su entorno. La iniciativa, que contempla la demolición parcial del edificio, busca eliminar barreras físicas entre los Jardines de Rubió i Lluch y la plaza de la Gardunya, con el objetivo de mejorar la conexión peatonal entre el Mercat de la Boqueria y el Antiguo Hospital de la Santa Creu.
Según el gobierno municipal, la intervención garantizará «la máxima permeabilidad y accesibilidad» sin comprometer el valor patrimonial de los edificios históricos. Albert Batlle, concejal de Ciutat Vella, ha enfatizado la importancia del proyecto para el barrio, destacando que la Boqueria debe consolidarse como el mercado del Raval y la plaza de la Gardunya como un espacio de referencia en la zona.
Con un presupuesto de 820.000 euros y una superficie de intervención de 535 metros cuadrados, las obras están programadas para comenzar a inicios de 2026, tras la fase de exposición pública y la resolución de posibles alegaciones.
El desalojo que marcó el inicio de la reforma
Más allá del impacto urbanístico, el proyecto arrastra consigo una fuerte controversia. Hasta enero de 2025, la Antiga Massana había sido el hogar de diversos colectivos y entidades que, desde 2020, ocupaban el espacio con actividades sociales y culturales. Con el cambio de gobierno municipal y la llegada de Jaume Collboni a la alcaldía, el Ayuntamiento aceleró el proceso de desalojo, poniendo fin a una ocupación que había sido tolerada durante la gestión de Ada Colau.
Los colectivos desalojados denuncian que no se les ofreció una alternativa real antes de la expulsión. «Este espacio llevaba años vacío, y lo llenamos de vida con actividades para el barrio. No han querido negociar nada, solo han venido con las porras», explica un exmiembro del centro social, quien prefiere mantenerse en el anonimato.
El desalojo del 28 de enero se llevó a cabo con un amplio despliegue de la unidad antidisturbios de la Guardia Urbana. Testigos reportaron momentos de gran tensión, con cargas policiales en la plaza de la Gardunya y enfrentamientos entre manifestantes y agentes. «Nos sacaron sin previo aviso, sin opción a recoger nuestras cosas», añade otro miembro del colectivo.
Un modelo de ciudad en disputa

El conflicto en la Antiga Massana es una muestra más de la tensión entre los modelos de gestión urbana en Barcelona. Mientras el Ayuntamiento apuesta por un proyecto de revitalización con nuevos equipamientos culturales y educativos, los colectivos desalojados y sus simpatizantes critican la falta de espacios autogestionados en la ciudad y la primacía de la inversión institucional sobre las iniciativas comunitarias.
«No estamos en contra de mejorar el barrio, pero sí de que se haga expulsando a quienes han construido espacios de encuentro en un distrito que ya sufre una grave crisis de vivienda y gentrificación», denuncia uno de los activistas involucrados.
Por su parte, Batlle ha insistido en que la intervención es necesaria y que no se permitirá «más usurpaciones de espacios públicos», dejando claro que el modelo de ocupación no tiene cabida en la actual administración.
¿Qué pasará con la Antiga Massana?
Con el desalojo consumado y el proyecto en marcha, la Antiga Massana entra en una nueva fase de su historia. En los próximos meses, se espera que el Ayuntamiento defina con más detalle los usos que tendrá el espacio, aunque la oposición vecinal promete seguir presionando para que se escuche su voz.
Barcelona se enfrenta nuevamente a una encrucijada sobre el futuro de sus espacios públicos: ¿deben primar los proyectos institucionales o las iniciativas ciudadanas? Mientras el debate sigue abierto, la transformación de la Antiga Massana avanza, marcada por el recuerdo de lo que fue y la incertidumbre de lo que vendrá.